Imagínese conduciendo por un camino de tierra durante una noche oscura y lluviosa. Incluso la luz de los faros de su auto parece ser atrapada por la oscuridad mientras usted lucha por evitar desviarse del camino. Piense ahora en la diferencia que tendría si hubiera una línea amarilla en el medio, y líneas blancas a los lados. Sabría con exactitud en qué parte de la carretera debería estar.
Estos dos escenarios representan la diferencia entre una vida basada en preferencias, y una guiada por principios bíblicos. Las preferencias fluctúan con las circunstancias. Cuando esta es la base para nuestra toma de decisiones, el resultado es confusión, estrés y peligro, mientras peregrinamos por la vida. Por el contrario, los principios son las verdades inmutables de Dios que nos mantienen en el camino de su voluntad y nos protegen del peligro espiritual y del engaño.
Daniel es el ejemplo de un joven que vivía según los principios de Dios. Cuando se dio cuenta de que había una línea que no podía cruzar sin desobedecer al Señor, se mantuvo firme y confió en Dios en vez de conformarse al mundo pagano que lo rodeaba. Daniel eligió no comer de lo que había sido sacrificado a los ídolos de Babilonia, y dejó al Señor las consecuencias de su obediencia.
Existen dos razones por las que a veces nos basamos en las preferencias a la hora de tomar decisiones: bien porque queremos ser aceptados, o bien porque queremos evitar lo que pudiera ocurrir como resultado de obedecer al Señor. Pero actuar así nos dejará en la oscuridad y nos hará perder el rumbo. La seguridad solo puede encontrarse en la obediencia a los principios del Señor, que son como líneas en el camino que nos mantienen en el centro de su voluntad.
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